40 años de pastor

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No había caído en la cuenta, me lo recordó el amigo Alfredo Soliz. Un agustino desde Madrid, me escribía: “El Señor te eligió para este gran ministerio que has llevado hasta Bolivia. 40 años merecen celebrarlo”. Otro amigo sacerdote, desde Cuba, me escribía: “Agradecerte lo que nos entregaste y a lo que nos iniciaste. Gracias”. Un laico desde Sevilla “Te felicito al cumplirse 40 años de tu ordenación como obispo. Tenía razón Tarancón, “un obispo profeta”. Otro amigo sacerdote desde Palencia me compartía: “Recuerdo con cuánto cariño preparé la celebración. Era la primera a nivel diocesano en la que pude introducir símbolo y lenguaje, el espacio y la estética, el pueblo celebrante y la animación según la renovación aprendida de los artífices de la Reforma del Vaticano II, mis maestros en París. Y tu palabra sobre la Iglesia de comunión, que ha terminado pasando a la base del vivir y hacer eclesiales. Siento la necesidad de enviarte un abrazo que se inició aquel día, que se selló en la Plaza de Toros celebrando el Sínodo y que permanece como inquebrantable tejido de mil lazos hechos carne y espíritu. Desde aquel día, una corriente de agua viva, fue recorriendo caminos y pueblos de esta histórica diócesis, hasta presentarse joven y soñadora engendrando esperanza en nuestra llanura seca”.
Me encanta compartir después de 40 años aquella tarde mítica, mística, de religiosidad profunda, entrañablemente humana. Ni Dios puede humanizarse más, ni el hombre puede endiosarse más. Comparto el relato de aquella jornada, cargada de emociones y expresiones religiosas. La fe hecha trasunto, misterio, provocación, entrañamiento, cercanía, contagio humano, grito solidario con el mundo rural y campesino, abandonado a su suerte, y esperanza en la vieja, profunda y eterna Castilla y León.
El Evangelio encarnado, hecho proyecto de humanización, de evangelización, celebración litúrgica, fiesta del pueblo y expresión del alma castellana en aquel rincón de la plaza de la Catedral de Palencia.
Sin jerarquías, todos pueblo, asamblea, peregrinos hacia Dios, humanos y religiosos, en aquel ámbito popular del Romero en camino.

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