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    Educar con valores y valores para vivir

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    Ciertamente el tema apremia, tiene carácter de urgencia y se ha convertido en auténtico clamor social. Urge promocionar los valores en las sociedades democráticas, que están sufriendo las consecuencias graves de ese vacío ético. “La conciencia colectiva” se está convenciendo cada vez más de que las cosas no pueden seguir así, deben ser de otra manera si se quiere salvar la persona humana y conseguir un orden social más justo y más humano.
    Hay que reclamar una ética, que nos permita ser libres y solidarios. Nos asusta el antagonismo brutal entre los valores de ayer, heredados, y los que ofrece la sociedad actual.
    La complejidad de la vida nos asusta. Hoy se cruzan caminos alternativos y contradictorios.
    “Al grito de los pobres se añade ahora el grito de la tierra, explotada, malherida, mercantilizada, con todos los cambios climáticos y desastres ecológicos, que conocemos”.
    Padecemos una crisis de valores personales, estructurales y sistémicos.
    Estamos inmersos en un sistema de valores, mejor de antivalores, que nos impone una ideología centrada en la ganancia a toda costa, donde manda el capital, el dinero, que trae, como consecuencia, el individualismo absoluto, el consumo sin medida, la mercantilización y el lucro por encima de todo.
    Y esto se encubre bajo la bandera de la modernidad, el progreso, la progresía, la ilustración, el bienestar, la tecnología, el futuro. Con la caída del socialismo, el capitalismo se hace más fuerte y es mayor el contraste entre los valores de la cultura tradicional y las del mundo en que vivimos. Pongamos algunos ejemplos:
    Frente al sentido comunitario, solidario, del compartir y de la reciprocidad, el capitalismo ha introducido el individualismo a ultranza.
    Frente a una vida sencilla, frugal, contenta con lo elemental para vivir introduce el consumo en unas cotas inviables.
    Frente a un sentido de armonía cósmica con la naturaleza, la madre tierra, la Pachamama andina, el capitalismo ha introducido el valor mercantilista de la tierra, abusando de los recursos naturales, con un antropocentrismo salvaje.
    Frente a un sentido sencillo y pudoroso de la sexualidad y una visión humana del sexo, del matrimonio y de la familia, el capitalismo ha invadido con una ideología del sexo como juego, del placer por el placer, de la pornografía y del abuso de la mujer, con una concepción egoísta y muy poco seria de la familia y el matrimonio.
    Frente a un sentido de la gratuidad y de la fiesta como celebración comunitaria y sueño utópico de la sociedad del futuro, el capitalismo ha pervertido la fiesta, ha absolutizado lo útil, el ahorro y el trabajo como lo único valioso, del cual la fiesta sería una interrupción desagradable, pero necesaria para poder luego trabajar más y ganar más.
    Frente a un sentido integral de la persona y de la vida, que valora lo afectivo, lo simbólico y lo gratuito, el capitalismo defiende un racionalismo frío y calculador, la razón instrumental frente a la razón simbólica.
    Frente al valor de la honestidad, de la autenticidad y transparencia, el capitalismo defiende bajo capa de progreso la doble moral, la hipocresía, el silencio bancario, los paraísos fiscales y el blanqueo de dinero.

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