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    Patricia Peñaranda, una mamá a prueba de perseverancia

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    Patricia Peñaranda fue mamá a los 42 años gracias a su fe, perseverancia y del deseo inmenso de tener un hijo de sus entrañas.

    José Benjamín llegó a su vida para demostrarle que los tiempos de Dios son perfectos. “El conoce los anhelos del corazón de sus hijos y aunque no seamos merecedores de su amor, nos da la oportunidad de creer y no desfallecer. Mi hijo es la prueba de su grandeza”, expresa la mamá primeriza, mientras amamanta a su pequeño que tiene un año y tres meses.

    Patricia está casada desde hace 16 años con Wilson Negrete y en su afán de convertirse en padres gastaron todos sus ahorros económicos en cuatro intentos a través de la fecundación in vitro que resultaron fallidos, por lo que habían perdido las esperanzas, además la edad le jugaba en contra y la llenaba de temores por los riesgos que conlleva un embarazo arriba de los 40 anos.

     Pero, su amiga y colega de trabajo que conocía el gran deseo de Patricia por ser madre, la sorprendió con una interrogante ¿Te animarías a realizar un nuevo procedimiento para intentar ser mama una vez más?, pregunta que retumbó en sus entrañas y la llevó a responder de inmediato con un sí, pero también le dijo que no tenía dinero para más intentos.

    Grande fue su sorpresa, cuando su amiga le dice que ella está dispuesta a ayudarle económicamente para que lo intentara una vez más para que cumpliera el gran deseo que tenían como matrimonio.

    Patricia en Compañía de su esposo y su ahijada

     Patricia le comentó con su esposo esta posibilidad y él sin dudarlo estuvo de acuerdo, actitud que la animó a aceptar el gesto de cariño y de desprendimiento de su amiga, que fue nombrada la madrina de José Benjamín. “No tengo dudas que Dios intercedió a través de ella para que fuera la mensajera para decirnos que era tiempo de intentarlo otra vez”, reflexiona la dichosa mamá, que anima a las mujeres que están en la búsqueda de ser madres, que no pierdan las esperanzas, que Dios siempre está ahí y que nunca abandona a sus hijos.

    Fue así como Patricia se dio una nueva oportunidad, desafió las matemáticas biológicas y se puso en manos del equipo de la Clínica Montalvo y junto a su esposo se sometieron a una serie de estudios para iniciar con el proceso de fertilización in vitro, que no la convencía del todo, por el temor de quedar embarazada y perderlo como ya le había ocurrido antes, por lo que no tenía el suficiente coraje de enfrentarse nuevamente a una situación tan dolorosa; sin embargo, el especialista le pidió la oportunidad para demostrarle que él y su equipo podían intentar lograr el milagro de la vida, abriéndole una ventana de esperanza a la maternidad.

    Los esposos se sometieron a estudios y afortunadamente estaban aptos para iniciar el tratamiento, por lo que le colocaron tres óvulos fecundados, de los cuales dos llegaron a implantarse; sin embargo, al cabo de dos meses, perdió uno, situación que la obligó a quedar internada durante una semana para no correr ningún riesgo con el bebé que quedaba en su vientre.

    Esta situación la llenó de angustia, desesperación y ansiedad por la vida del bebé que cobijaba con mucha esperanza. Tenía sentimientos encontrados, una felicidad y agradecimiento inmenso por cargar en su vientre al ser que había anhelado por tantos años, pero a la vez mucha desconfianza y temor por su falta de fe, creía que su barriga no crecía, lo que la llevaba a pensar en un desenlace doloroso que no podría ya resistirlo, pero el amor de su esposo, su familia y amigos la hicieron entender que se cumpliría la voluntad de Dios.

    “Le pedí a Dios que cuidara nuestras vidas y escuchó mis plegarias”, recordó la bendecida mamá.

    Eran altas las probabilidades de que a Patricia le diera diabetes gestacional o preclamsia por la edad de riesgo, pero nada de eso pasó, a las 39 semanas de gestación llegó el día más esperado en la vida de Patricia y Wilson, recibieron en sus brazos al pequeño, un bebé sano y fuerte que pesó 3.750 kg, midió 53 cm y llenó de amor y dulzura su hogar, quien se ha convertido en el centro de su existencia.

    “Estoy eternamente agradecida con todas las personas que oraron para que se haga en mí el milagro de la vida”, mencionó Patricia

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