Teresa Cremonesi es una voluntaria fisioterapeuta italiana que llegó al distrito 7 para trabajar en el Centro de Recuperación Nutricional en 1997, tenía 64 años y estaba jubilada. Se sensibilizó ante las necesidades de los niños de la Villa Primero de Mayo, Plan 3.000 y Pampa de la Isla y no dudó en dar hasta el dinero de su jubilación para hacer avanzar su idea. En 2000 creó una casa vivienda “Casa del Almendro”, para dar fisioterapia gratuita a niños de escasos recursos, que presentaran alguna discapacidad. La casa se convierte en una escuela especial. “Vimos la sentida necesidad y empezamos con una guardería. Iniciamos con seis niños y tres mamás, que trabajaban en la mañana, y tres, en la tarde”, señaló.
Una escuela para todos
Tres años después, Cremonesi apuesta por una educación inclusiva, que no pone requisitos de entrada y no se admite ningún tipo de discriminación. Abre la escuela a los niños sanos con la idea de que todos los escolares deben estar juntos, con o sin discapacidad. “En el Seduca de Santa Cruz querían que la escuela fuera solo especial, pero he trabajado una vida y garantizo que la escuela especial no sirve. No es verdad que un niño regular no aprende porque hay un niño con discapacidad. Los chicos con problemas no tienen que estar solos, no hay que aislarlos, castigarlos o decirles que estorban. Nuestra filosofía es que todos tienen derecho a tener la misma oportunidad”.
Así se crea la Fundación Casa del Almendro en 2004 y la unidad educativa del Almendro, que funciona oficialmente desde 2009. “Mi satisfacción es que la justicia sea para todos. La equidad la he aprendido en mi casa”, remarcó.
La escuela inclusiva, explica, busca capacitar a la familia con una mente inclusiva, es decir, que asuman positivamente la diversidad. “Se satisface las necesidades de todos los niños. Tenemos especialistas -psicólogas, fisioterapistas, etc- que asisten a las niños porque también hay problemas del entorno familiar, familias desunidas y disfuncionales, y no solamente de discapacidad. A los niños con discapacidad se les realiza fisioterapia y les decimos tienes q hacer lo puedes, el deber y la capacidad de hacerlo. Si puedes comer solo no esperes que te den cucharadas tu mamá o la especialista”.
Son 157 estudiantes de inicial y de primaria este 2019 y lograr el auto sustento de la unidad educativa se basa en la colaboración de todos. “Un poquito de ayuda de Italia, mi jubilación y la cuota social que dan los padres de familia hace que se siga adelante”.
Uno de los beneficios que aporta la escuela se relaciona con la labor de los padres. Cremonesi señala que los padres crean asociaciones y sus hijos con discapacidad disfrutan de todos los derechos de ley que les corresponden.
El reto
“No vuelvo a Italia hasta que logre la secundaria. El problema nuestro es que al terminar la escuela primaria, los chicos volverán a centros especiales al salir de aquí. No encuentran dónde ir, no hay escuelas inclusivas a nivel secundario. Mi idea es que se gradúen de la secundaria y, además, estén capacitados para la vida a través de diversos oficios como panadería, jardinería, entre otros”, explicó Cremonesi, quien estima que en febrero de 2021 empezará la construcción de las aulas.
Su historia
“Me quedé sin mamá a los 12 años, fui como una madre para mis ocho hermanos, era mucho trabajo, pero tenía un papá justo también. Después las obligaciones disminuyeron. Quería cuidar niños. Había un centro de niños con discapacidad en Italia, entré por ayudar. Me dijeron: usted no es la maestra, y respondí: quiero cuidar niños. Me pusieron en la sala de rotación y ahí nació las ganas de ser fisioterapeuta. He buscado siempre hacer de mi trabajo lo máximo”, concluyó.